Nunca se ha visto a dos perros litigar por un hueso. El derecho es una creación social, no existe en la naturaleza. Somos los únicos seres que regimos nuestro actuar diario por normas y que si tenemos una controversia, es en base a ellas que acudimos donde un juez para resolver nuestras disputas.

No obstante, si bien es virtuoso tener una regulación para ordenar nuestra libertad, la sobrerregulación la restringe, siendo a todas luces perjudicial.

Precisamente esto es lo que pretende el congresista Falconí al presentar un proyecto de ley que pretende multar a periodistas, editores y medios de comunicación en general si es que en sus publicaciones se cometieran errores gramaticales.

Según el mencionado proyecto, se pretende con esto mejorar la educación de la población al tener acceso a noticias mejor redactadas. Sin embargo, de aprobarse esta propuesta el resultado será exactamente el opuesto.

Si los medios de comunicación tuvieran que afrontar el riesgo de pagar multas por errores gramaticales, menos periodistas tendrán incentivos para escribir columnas, denunciar delitos, informar al pueblo, todo en aras de evitar la multa. En consecuencia, de aprobarse el proyecto tendremos una prensa tímida, un pueblo menos informado.

Finalmente, en el colmo de la hipocresía, el proyecto de ley de Falconí tuvo varios “horrores” ortográficos, que por ahí dicen las malas lenguas, harían que Martha Hildebrandt se desmaye.